San Pablo en cátedra. Tabla de altar de Sant Pere de Orós, c. 1200. Barcelona, MNAC.
La figura de Jesucristo dio lugar al cristianismo a pesar incluso de ser él plenamente judío y de nunca haber enfrentado la religión judía. Pablo de Tarso fue el responsable de establecer un puente de unión entre la tradición judía (a la que él pertenecía plenamente, nunca se convirtió al cristianismo porque no existía todavía como tal) y la tradición pagana, abrió las puertas y amplió las posibilidades de evangelización al permitir a los paganos el acceso a la "Buena Nueva", no sólo por no obligarlos a ser circuncidados, sino por introducir la cosmovisión griega pagana en su interpretación del mensaje de Jesús, la cual dió origen a los Evangelios. En ellos florece el conocimiento de la auténtica tradición de Israel, aquélla que acuñara Moisés el Egipcio y que el Salvador hereda. En ellos prima el sentido esotérico sobre cualquier otra cosa.
El cristianismo surge del esfuerzo de Pablo por hacer accesible el mensaje, propiamente judío, a los paganos de la época griega, por tanto es fruto del encuentro entre judaísmo y paganismo, no del enfrentamiento.
Al estudiar los mitos paganos y en especial las tradiciones mistéricas es inevitable ver en ellas gran parte de la mitología cristiana reflejada, y cabe decir que probablemente la tradición judía ofrecía un acceso al conocimiento divino más complejo, metafísico y elevado.
Resulta cuanto menos curioso comprobar cómo hoy en día la cultura moderna ha encontrado en la vuelta al paganismo la manera de rebelarse contra el poder ejercido por la Iglesia Católica a través de los siglos. Para conseguir el gran alcance y la expansión de la que fue capaz el cristianismo hubo que renunciar a parte del contenido más propiamente judío, también al más esotérico, trascendental y complejo. Aunque las tradiciones mistéricas paganas ofrecían un tipo de conocimiento profundo y esotérico en relación con la herencia pitagórica y platónica, fué necesario descender a un plano más "material" para alcanzar mayor expansión, así mismo, con el paso de los siglos, la Iglesia Católica se ha vuelto cómplice de la modernidad exactamente por los mismos motivos, para no quedar rezagada ni perder el carro de las masas. Si en los inicios del cristianismo pudo haber tenido mayor sentido ese descenso, en nuestra época está ya carente de toda justificación, excepto únicamente la de conservar el poder material (perdido ya el espiritual). Así mismo, el paganismo que hoy se reivindica desde la cultura moderna y popular, en una clara reacción contra el cristianismo, se encuentra carente por completo de cualquier rastro de espiritualidad verdadera.
Como nos dice A. K. Coomaraswamy, probablemente sea el arte de los campesinos el último reducto en el que sobrevive algo de la espiritualidad intrínseca a un lenguaje simbólico que antaño era común en todos los medios, y, aunque fuera de manera inconsciente, llegaba hasta las clases más populares a través del folclore, la mitología, los trabajos artesanos, etc, las cuales sirvieron de guardianes y preservadores de la espiritualidad.
Así lo expresa A. K. Coomaraswamy.
Al estudiar los mitos paganos y en especial las tradiciones mistéricas es inevitable ver en ellas gran parte de la mitología cristiana reflejada, y cabe decir que probablemente la tradición judía ofrecía un acceso al conocimiento divino más complejo, metafísico y elevado.
Resulta cuanto menos curioso comprobar cómo hoy en día la cultura moderna ha encontrado en la vuelta al paganismo la manera de rebelarse contra el poder ejercido por la Iglesia Católica a través de los siglos. Para conseguir el gran alcance y la expansión de la que fue capaz el cristianismo hubo que renunciar a parte del contenido más propiamente judío, también al más esotérico, trascendental y complejo. Aunque las tradiciones mistéricas paganas ofrecían un tipo de conocimiento profundo y esotérico en relación con la herencia pitagórica y platónica, fué necesario descender a un plano más "material" para alcanzar mayor expansión, así mismo, con el paso de los siglos, la Iglesia Católica se ha vuelto cómplice de la modernidad exactamente por los mismos motivos, para no quedar rezagada ni perder el carro de las masas. Si en los inicios del cristianismo pudo haber tenido mayor sentido ese descenso, en nuestra época está ya carente de toda justificación, excepto únicamente la de conservar el poder material (perdido ya el espiritual). Así mismo, el paganismo que hoy se reivindica desde la cultura moderna y popular, en una clara reacción contra el cristianismo, se encuentra carente por completo de cualquier rastro de espiritualidad verdadera.
Como nos dice A. K. Coomaraswamy, probablemente sea el arte de los campesinos el último reducto en el que sobrevive algo de la espiritualidad intrínseca a un lenguaje simbólico que antaño era común en todos los medios, y, aunque fuera de manera inconsciente, llegaba hasta las clases más populares a través del folclore, la mitología, los trabajos artesanos, etc, las cuales sirvieron de guardianes y preservadores de la espiritualidad.
Así lo expresa A. K. Coomaraswamy.
"Los símbolos son el lenguaje universal del arte; un lenguaje internacional con variaciones meramente dialectales, antaño común en todos los medios y siempre intrínsecamente inteligible, aunque ahora ya no lo comprenden los hombres educados, y sólo puede verse o escucharse en el arte de los campesinos".
Son muchas las herencias paganas que se observan en los mitos judeo-cristianos, en esta entrada sobre el mito de Deméter y Perséfone analizamos en profundidad algunos de esos paralelismos.
Aquí un interesante trabajo que recoje la rica iconografía de San Pablo.