Batido del océano de leche

Del silencio, la palabra, de la palabra, la resonancia, de la resonancia, el silencio, del silencio, la palabra... Ondas por las que viaja el sonido y las olas del mar, aguas primordiales que conectan todos los centros del mundo, un centro que en la cultura hindú es un punto, un bindu, una gota y a la vez un océano. Un silencio y a la vez LA resonancia.

De donde todo sale y a donde todo regresa. 

En la Introducción a la ciencia sagrada del programa Agharta se nos dice que la vista y el oído, aunque relacionados en su función, operan de modos muy diferentes: la inteligencia óptica, para pensar, crea una imagen en nuestra mente, es indirecta, analítica y secuencial, mientras que la auditiva es directa, sin imagen, y evoca una respuesta inmediata. Es ella la que percibe patrones de relación y configuraciones en el espacio. Es asimismo ella la que se asocia con el hemisferio derecho del cerebro, mientras que la vista, de carácter temporal, se asocia con el izquierdo, que mide y analiza de manera racional, para emplear una descripción simbólica. Es este "modo derecho" o "manera recta" lo que permite penetrar en el aspecto esotérico del símbolo, y comprender su sentido, porque puede percibir opuestos en simultaneidad.

Y son también dos opuestos en simultaneidad, los deva y los asura, los que vemos sujetando por los extremos a la serpiente Vasuki, rey de los naga, enroscada al eje del mundo que es el monte Meru, y en torno a ellos las aguas primordiales que se agitan y baten entre las ondas que resuenan y que se expanden. Es el batido del océano de leche, Samudra Manthana, uno de los mitos fundamentales del hinduismo. 

Una imagen muy poderosa la que nos traslada este mito y que nos conduce a su vez a otras imágenes de la resonancia propias de occidente, y en conexión también con el resplandor. 

La resonancia y el resplandor: oriente y occidente. 

En Ezequiel, 43:2 leemos:

En aquel momento la gloria del Dios de Israel venía de oriente: oí un ruido, como el estruendo de aguas caudalosas, y su gloria llenó de resplandor la tierra.

En Apocalipsis 1:15

sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas.

Daniel 10:6

y su cuerpo era como piedra de Tarsis (turquesa), y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce resplandeciente, y la voz de sus palabras como el estruendo de una multitud. 

Salmos 29

La voz de Jehová sobre las aguas; truena el Dios de gloria; Jehová sobre las muchas aguas.

La voz de Jehová es poderosa; la voz de Jehová es majestuosa.

La voz de Jehová quiebra los cedros; quebró Jehová los cedros del Líbano.

Los hace saltar como becerros; al Líbano y al Sirión como cría de unicornio.

La voz de Jehová derrama llamas de fuego. 


Cristo apoda a los Apóstoles, Santiago y Juan, como los Boanerges, que quiere decir hijos del trueno, o lo que es lo mismo, de la resonancia. Se dice de Juan que:

'Su voz resonaba tan fuertemente que llegaba a los últimos confines; de haber levantado un poco más el tono, el mundo hubiese sido incapaz de contener la resonancia dentro de sus propios límites.' 

En los himnos homéricos encontramos también un sinfín de alusiones a la resonancia, en especial con Zeus, Dios del trueno y Rey de los cielos, aquel cuya  voz se oye de lejos. La voz de Perséfone también resuena cuando es raptada por Hades e introducida en el inframundo. 

'y resonaron las cimas de los montes y los abismos del mar por la voz inmortal'.

Pero es que además, a la serpiente también la encontramos en el origen de los tiempos, en el jardín del Edén, o el tiempo fuera del tiempo al que nos trasladan las aguas primordiales. Es en el jardín del Edén donde Eva presta su oído a la serpiente, enroscada en al árbol de la Ciencia, o lo que es lo mismo, de los opuestos, del bien y del mal, los cuales hacen entrar al hombre en el mundo de la dualidad.

Desde Egipto hasta nuestros días, la serpiente no ha dejado de alertarnos sobre los peligros de la dualidad. A la vez que enfrenta, armoniza los contrarios. El eje del caduceo es recto, los caminos de la serpiente retorcidos. Pierre Hadot nos dice que «se pueden reconocer en la figura del caduceo los dos grandes motores que, según Goethe, actúan en los procesos naturales: la polaridad y la ascensión». 

Hermes, como Vasuki, el rey de los naga, pertenecen al mundo intermedio y ponen en relación los mundos. 

A mediados del siglo IV, Efrén de Siria presenta el concepto de "conceptio per aurem" o concepción por el oído en un par de himnos, donde la voz de Dios llegó al oído de María a través del ángel, haciéndose visible en Jesús. 

Esta acción contrastaba con la de Eva, mientras una ofrecía su oído a la ascensión, la otra lo hacía a la polaridad. También los deva ocupan sus fuerzas en ascender, mientras los asura las emplean en enfrentar.






Samudra Manthana


En conexión con esta idea de la resonancia, creo que la tradición del entroido gallego enlaza muy bien con la forma de transitar la espiritualidad a través del sonido, propia de la India.
Enlazo a esta entrada del blog en donde hablo sobre esta particularidad del sonido tan presente en los "folións" del "entrodio ourensán".